Una mujer besa la cuz de un sacerdote en la iglesia de Nakuto Lab, a las afueras de Lalibela. A 2.400 metros de altitud, en la altiplanicie etíope, al norte de Addis Abeba, se encuentra esta pequeña localidad monástica (la segunda ciudad de Etiopía considerada Santa), conocida en la antigüedad como Roha y que, cambió su nombre tras ser conquistada en el siglo XIII por el monarca Gebra Maskal Lalibela, quien la “bautizó” como Lalibela. Fue, por mandato de este rey, cuando se comenzó la construcción de estas singulares iglesias, singulares debido a que están excavadas en la tierra, hecho que las convierte en únicas y que les mereció en 1979, el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La ciudad de Lalibela en el sur de Etiopía es conocida por sus doce iglesias cristianas labradas en la roca hace 800 años. La más asombrosa es Bieta Giyorgis, en la imagen, un monumental monolito de 12 metros de altura, esculpido intrincadamente en la piedra y con forma de cruz.