Una mujer está en trance. Fue en el siglo XVI que el vudú llegó a América como la religión polizonte de los esclavos africanos encadenados en Haití y Santo Domingo (lo que antes se llamó Isla Española). Como en otros cultos, en el vudú el instante previo a la muerte define de alguna manera el futuro del alma. Un creyente moribundo debe recibir por eso la visita de los ‘hougans’ (sacerdotes hombres) o ‘mambós’ (mujeres), encargados de liberar su alma de los espíritus que no lo dejan partir a donde tiene que ir, esto, en la ceremonia del ‘dessounen’. Por eso es que la Ra-Ra de este año llevaba encima una carga emocional tan fuerte: nadie pensó en el ‘dessounen’ cuando Haití se caía a pedazos y la muerte llegaba –multiplicada por miles– en medio de las vibraciones del terremoto del 12 de enero. Se cree, entonces, que hay almas que aún vagabundean por todo el país sin poder elevarse hacia la reencarnación. Los reproches a modo de explicaciones aparecieron por todos lados: “Los espíritus lo sabían, nos avisaron, pero no los entendimos”, dijo días después del terremoto André Ismaite, un respetado ‘hougan’.