Vistas de la Iglesia de San Nicolás y del Barrio de Mala Strana desde el Castillo de Praga.  Perderse por Mala Strana, al caer la tarde un mes de invierno, es disfrutar de una experiencia única en Praga. La tenue luz de sus calles, el alumbrado público del barrio ayuda, y mucho, al ambiente, es retroceder al pasado, imaginarse cabalgando por sus calles y oir el estruendo de los cascos de un caballo sobre los adoquines. La luz, la arquitectura, la ausencia de tráfico en las calles más interiores, nos brindan una experiencia casi de película, el pasear por sus calles silenciosas, tenues, el pasar por la puerta de un mesón checo y oir el bullicio en su interior y como la luz que sale de sus ventanas iluminan tu pasear. Mala Strana conserva ese aire romántico difícil de olvidar, silencioso, lleno de pequeños cafés, donde tomarse un rico chocolate caliente en un ambiente literario único.