En el interior de las iglesias de Lalibela es fácil encontrar a la gente sentada en el suelo rezando. Todo aquí respira a fe. A una fe dura como la misma piedra. Lo más característico de este lugar son las iglesias rupestres excavadas en la roca de roja arenisca del triásico, de grano fino, y que forman parte del Patrimonio Mundial desde 1978. Se trata de una increíble trama de iglesias y capillas comunicadas entre sí por medio de una compleja serie de pasadizos y galerías. Cada iglesia está excavada a diferente nivel y con canalizaciones, al objeto que en época de lluvias el agua corra y no provoque inundaciones. Disponen de aljibes y de elementos defensivos. Les llaman casas (bet o bieta en lengua vernácula) a estos oratorios que responden a dos tipos de estructuras: unos son de planta rectangular con tres naves, una central y dos laterales, y otros son de planta en cruz griega. Las puertas y ventanas, anogostas y talladas en la misma piedra, presentan bonitos arabescos. El interior estaba policromado con pinturas de estilo bizantino, algunas de ellas aún se aprecian borrosamente.