Un 4x4 pasa junto a varios baobabs apostados junto a la carretera cercana al campamento Savute Elephant Camp de Orient Express en Botswna, en el Parque Nacional de Chobe.  Si queremos descubrir uno de los árboles más curiosos del planeta, no podemos dejar de echar un vistazo al baobab o adansonia. Procedente de África, no destaca por la belleza de su follaje ni por la vistosidad y aroma de sus flores y frutos; más bien, carece de todo esto, y ahí radica su encanto. Con un aspecto casi prehistórico, aunque no alcanza las dimensiones de una secuoya gigante, lo cierto es que a su lado, cualquiera se siente pequeño. Existen ocho especies de baobab, siete de ellas las encontramos en África -seis son endémicas de Madagascar- y una en Australia. Es uno de los árboles emblemáticos de la isla africana, y como muchas especies vegetales, su origen encierra una leyenda. Cuentan en África que el baobab era uno de los árboles más bellos del continente, admirado por todos por su follaje y flores. Su vanidad creció tanto que los dioses lo castigaron, enterrando sus ramas y dejando a la vista sus raíces. En efecto, parece un árbol invertido que, con sus ramas extendidas en orden anárquico, pretende implorar el perdón de los dioses. Un árbol muy peculiar Puede alcanzar una altura de algo más de treinta metros y una anchura que llega a los doce metros de diámetro. Estas dimensiones varían en función de la especie: el adansonia digitata, originario de África continental, o el adansonia randidieri, de Madagascar, pueden medir más de 25 metros, mientras que la variante de Australia, adansonia gibbosa, rara vez llega a los diez metros y el adansonia rubrostipa suele medir la mitad. Su aspecto impresionó a Antoine de Saint-Exupéry de tal forma que los convirtió en los protagonistas de uno de los capítulos de su obra maestra, "El Principito". Además, la extraordinaria longevidad de estos árboles es una de sus notas características: pueden alcanzar hasta los 3.000 años de vida. El baobab es un árbol de hoja caduca, que sólo tiene follaje en los meses de verano; el resto del año, sus ramas permanecen desnudas, un duro golpe para el porte que, según cuenta la tradición, tuvo en su día. Posee un tronco liso, con una madera compuesta por múltiples fibras, por lo que se utiliza de forma habitual para hacer cestos o papel. Esta madera es la que posibilita que dentro del árbol se puedan almacenar miles de litros de agua, que el vegetal consumirá durante las épocas de dura sequía, bastante habitual en el continente africano. Sus flores, que son de color amarillo o blanco, se abren durante la noche, y son polinizadas por los murciélagos. Tienen, al igual que el tronco, una utilidad práctica, ya que con el polen se elaboran pegamentos. El fruto, que es comestible, aporta vitamina C; además, puede molerse o asarse, para elaborar una bebida semejante al café.