CAN TUNIS BARCELONA DRUGS. El amor también existe entre los toxícomanos drogodependientes. Ya se han realizado los tramites oportunos, y a la una vamos a recoger a Basilio. Es un maestro, un viejo luchador, toda una vida enterrada aquí. Es la conexión entre la comunidad gitana y el mundo exterior, aquí se hace lo que dice Basilio, es una especie de mezcla entre alcalde pedáneo y reencarnación del Dalai Lama. Mira al grupo de periodistas por encima del hombro, sobrado. “Vamos a ver, ¿qué querreis?”. Lleva toda la vida aquí, y se cree en posesión de la llave, que abre y cierra la espita de la información. Es profundamente antipático. Pero dice una gran verdad. “Mientras que los payos expulsan a los drogadictos del mundo, de su entorno, las familias gitanas en cambio mantienen a sus hijos  en su seno, les ayudan”.   Por fin nos trasladamos al poblado. A un lado estamos los periodistas, al otro los habitantes. Parece el encuentro de Cristobal Colón con los indios el día del descubrimiento de América.  Son unos gitanos bajitos, cegijuntos, morenos hasta el tétano, con una tonalidad aceitosa en la piel, y los ojos vivaces. Son con la replica exacta de Pancho Villa pero en pequeñitos. Nadie se mueve. Tengo un pronto, y me pongo a dar la mano a todo los reunidos, y  a preguntar como esta la señora, y que tal los niños. Parezco un político en campaña electoral. Presumo de hombre con experiencia, y de saber ir por el mundo. Al poco rato dejamos la calle, y entramos dentro.