CAN TUNIS BARCELONA DRUGS La Policia Nacional solamente se acerca a comprobar las ordenes de busqueda y captura. Mi encomiable misión, una tarea sin duda alguna ardua,  para la cual no sé sí estoy suficientemente preparado,  consiste en repartir vasos de plástico, en la que puedan beber el  agua, que traemos en dos bidones, y proporcionarle papel con que secarse las heridas. Sucede una cosa sensacional, que me deja petrificado, es que la práctica totalidad de los llamados usuarios, piden las cosas por favor, y dan las gracias acto seguido, es realmente sorprendente casi tanto como que alguien les escuche sus inacabables narraciones, sus peripecias, que en ocasiones ponen la piel de gallina, producen escalofríos. Llega una señora entrada en años, con la jeringuilla colgando del brazo, y se deshace en excusa, por venir de esta forma, mientras se aleja. Tengo que apoyarme en la furgoneta para rehacerme del trance 	Esta por ejemplo Merche, delante de mío, regordeta. Tiene 25 años, se inyecta desde hace tres meses. Busca ayuda. “Sí yo me salgo, quizá podré ayudar a que mi pareja se salga. No puedo más, no puedo más...”, solloza mientras fuma, con unas lágrimas que son como lamparones. Contrajo el Sida por una relación sexual de la que quedó embarazada y abortó. Ha ejercido esporádicamente la prostitución. Tiene un hijo de ocho años, pero le quitaron la custodia y está en un centro de la Generalitat. Desde entonces sufre una depresión, se pasa el día llorando. Se toma cinco o seis Tranquimacines por jornada. Queda para ir al dispensario de “Médicos sin fronteras”. Pero nunca acudió.