CAN TUNIS BARCELONA DRUGS Manuel Machado Aires. Una chica de las habituales pensativa mientras espera la droga. He contado hasta tres arcadas consecutivas, mientras clavaba las uñas en las palmas de la mano, que apretaba con fuerza, cerraba los puños, recostaba la espalda contra la pared y la angustia me secaba la boca. No podía, no debía desmayarme, ¿o quizá el orden los factores fuera inverso?, en cualquier caso no debía hacerlo me repetía una y otra vez. Pero  la sangre fluía hacia las órbitas sin parar, y entornaba los párpados para no mirar. Yo era un periodista aguerrido, en ocasiones  incluso incisivo, ¿no habíamos quedado en eso?. Era un hombre hecho y derecho. Por la puerta de atrás de la furgoneta, apenas a un par de metros, una chica de la edad de mi hija mayor se estaba inyectado, tenía con ella un extraño parecido físico, aunque quizá solo fuera figuraciones mías, y se pareciesen tanto como un huevo a una castaña. Fue la primera imagen, un recuerdo imborrable. “¿Cómo lo llevas?”, acertó a preguntarme Eugenia en aquel preciso instante. “Me alegro mucho que me haga esta pregunta”, respondí en pleno ataque de ingenio, con el cuerpo descompuesto y el estómago revuelto. Aquella noche no conseguí dormir, ni siquiera con la ayuda inestimable del Orzidal, y así varias  noches consecutivas.