Dos devotas comparten el baño de la suerte haciendolo más llevadero si cabe con un botellín de Ron Barbancourt, el ron haitiano por excelencia. El baño se realiza en una serie de charcas poco profundas y rodeadas de vegetación, cuyas aguas creen que son sagradas. En los alrededores se encienden velas y susurran ruegos a los adeptos que han tenido la suerte de ser poseidos por el mismisimo Erzuli.